IA y Cambio Climático: cuando los países apuestan por la lluvia artificial

IA y Cambio Climático: cuando los países apuestan por la lluvia artificial

TLDR : La siembra de nubes, optimizada por la IA, es utilizada por países como China y los Emiratos Árabes Unidos para gestionar recursos hídricos, con implicaciones éticas y geopolíticas.

A medida que el cambio climático y las olas de calor se intensifican, aumentando las tensiones hídricas, algunas naciones intensifican su uso de la geoingeniería para responder a necesidades locales críticas. Entre las tecnologías en juego, la siembra de nubes, durante mucho tiempo relegada a los márgenes del debate científico, es hoy objeto de programas estatales ambiciosos, especialmente en China y los Emiratos Árabes Unidos. Su punto en común: movilizar la IA, los datos y la automatización para transformar un cielo incierto en un recurso programable.
La siembra de nubes busca estimular la lluvia o la nieve inyectando en la atmósfera partículas como el yoduro de plata o sal que favorecen la condensación. Utilizada desde hace décadas, esta técnica hoy se optimiza gracias a la modelización meteorológica y la IA.
Si China y los Emiratos Árabes Unidos se imponen como pioneros de una era meteorológica orquestada por algoritmos, no son los únicos en explorar las potencialidades de la siembra de nubes combinada con la IA. Países como Estados Unidos, Tailandia o Rusia también desarrollan enfoques específicos, reflejando prioridades tan diversas como sus contextos políticos y climáticos. En Estados Unidos, algunos estados del Oeste como Colorado, Nevada o California despliegan proyectos para aumentar las reservas de nieve en las Montañas Rocosas, para mejorar la recarga de acuíferos y embalses, utilizando la IA para afinar las previsiones hidrológicas y guiar las decisiones de las autoridades locales. En Tailandia, el objetivo es principalmente agrícola, utilizando la IA para planificar finamente los ciclos de siembra. En cuanto a Rusia, utiliza estas herramientas de manera puntual y estratégica, especialmente para evitar la lluvia durante eventos públicos emblemáticos como los desfiles militares en Moscú.

China: la geoingeniería como palanca estratégica de estabilidad

China ha integrado, desde hace dos décadas, la modificación del clima en su agenda de gestión territorial. Esta elección no solo se basa en la innovación meteorológica, sino que se inscribe en una lógica más amplia de seguridad hídrica, apoyo agrícola y control ambiental.
En 2020, el Consejo de Estado chino reveló un plan nacional para dotar al país, para 2025, de un sistema de modificación meteorológica que cubra más de 5,5 millones de kilómetros cuadrados. Un dispositivo que se basa en una infraestructura de varios niveles: flotas de aviones de siembra, baterías de lanzacohetes meteorológicos, radares en red y, cada vez más, sistemas de IA integrados capaces de prever las condiciones óptimas de intervención, incluso de pilotar automáticamente drones a gran altitud.
Este recurso masivo a la tecnología fue utilizado durante los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, cuando las autoridades chinas proclamaron públicamente su capacidad para repeler las precipitaciones fuera del perímetro de las ceremonias. Esta política apunta hoy a proteger zonas agrícolas críticas, reforzar los cuencos hidroeléctricos y compensar los efectos desiguales de las sequías internas. Representa una visión asumida de la gobernanza ambiental, donde el clima se convierte en un recurso controlable y estratégico al servicio de la estabilidad nacional.

Emiratos Árabes Unidos: innovación focalizada y diplomacia climática

En el extremo geográfico opuesto, pero en una lógica similar de soberanía hídrica, los Emiratos Árabes Unidos lanzaron ya en los años 2000 un vasto programa de siembra de nubes. El país, del cual más del 90% del agua dulce proviene de la desalinización, ve en esta técnica una oportunidad para reducir su dependencia energética y anticipar una creciente presión demográfica.
Bajo la égida del Centro Nacional de Meteorología, los Emiratos han probado diversos enfoques, desde la siembra por avión hasta métodos más experimentales: en particular, la emisión de cargas eléctricas por drones en los cúmulos, una tecnología desarrollada en asociación con universidades británicas. Aquí también, la IA juega un papel clave en la modelización y la planificación: los algoritmos anticipan la evolución de las masas nubosas y optimizan las trayectorias de vuelo según los microclimas observados.
Más allá de los desafíos puramente técnicos, el programa se inscribe en una estrategia más amplia de posicionamiento geopolítico verde. Durante la COP28 en Dubái, los Emiratos mostraron claramente su voluntad de convertirse en un centro de innovación climática en la región. La siembra de nubes se presenta no como una solución milagrosa, sino como un eslabón en una cartera de adaptaciones tecnológicas.
Algunos estudios sugieren un aumento de las precipitaciones del 5 al 15%, sin embargo, la eficacia de la siembra de nubes sigue siendo difícil de medir. Cada vez más países recurren a esta tecnología, lo que plantea desafíos éticos y geopolíticos ya que no existe una regulación internacional clara sobre la modificación artificial del clima: ¿puede un país utilizarla en detrimento de sus vecinos?